Stella Accorinti, FILOSOFÍA PARA NIÑOS y la comunidad de investigación (indagación)
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La aldea global nos regala a través de sus rápidos sistemas de comunicación un complejo entramado de violencias: vemos cómo crece la discriminación de todo tipo en el mundo (los ataques de skinheads a desprevenidos transeúntes de cabello largo –o cualquier otra característica no aceptada por estas tribus urbanas ultraviolentas– se da tanto en Alemania como en el Barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires en nuestro país) y la voluntad de dominio generadora de guerras atroces, silenciosas y de las otras, se encuentra en un punto tan alto como en los peores momentos de la historia.
La pregunta angustiante en estos casos es si basta la educación tal como está estructurada; si alcanza con realizar tareas de reflexión con los estudiantes y las estudiantes, por ejemplo, leyendo columnas de opinión de pensadores judíos como George Steiner, Amos Oz y Arthur Hertzberg, de pensadores musulmanes, como Abdala Desuque. Me pregunto si es suficiente leer y comentar cartas abiertas de Marcos Aguinis, de Salman Rushdie, de Taslima Nasrin. ¿Cuáles son los logros de escuchar con los estudiantes la “Canción del odio” de Alberto Favero, y reflexionar sobre la terrible ironía del tema, y sobre el dolor que hace que los humanos pensemos con esa fuerza? ¿Sobre qué se vuelca esta reflexión? ¿Cuáles son los supuestos éticos, gnoseológicos, pedagógicos, psicológicos y políticos que sustentan nuestra educación tal como ella está estructurada en este momento histórico? ¿Por qué si pensamos que esos supuestos son insostenibles (y así podemos leerlo en los trabajos de los investigadores que hacen lo que se ha dado en denominar ‘hard therory’ o ‘teoría de punta’ o ‘de avanzada’), continuamos maquillando una educación que ya ha demostrado ser inútil en muchos aspectos? Aquellos que realizamos nuestra vida a través de la educación, nos preguntamos a menudo, y cada vez con más dolor, cuáles son las relaciones entre la intolerancia, el mal y el sufrimiento humanos. Quizás esta pregunta esté mucho más presente en los corazones de los argentinos desde momentos históricos de larga duración, como la última dictadura militar, de cuyo inicio se cumplieron 30 años ya, o momentos históricos de corta duración, como el de aquel lunes 18 de julio de 1994, día en que el edificio de la AMIA quedó reducido a un montón de escombros.
Cómo luchar contra el fanatismo sin convertirse en fanático, nos preguntamos. Y nos preguntamos, siempre, acerca de la educación que contribuyó a la formación de las personas que incursionan en la violencia, y nos preguntamos, por ejemplo, acerca de la educación que fue la tierra nutricia en la que crecieron las familias y los amigos de quienes planificaron colocar una bomba que hiciera desaparecer a cien personas (o a una) y de aquel que la colocó, y la misma pregunta para las familias y amigos de quienes torturan o torturaron a un ser humano ( o a cien). ¿No habrá sonado la hora que indica que una educación basada en la palabra de un maestro, poseedor de la verdad, da como resultado personas que siempre quieren ser dueñas de la verdad? ¿Será, quizá, que quienes han sido educados mediante un sistema tradicional, en el cual el maestro sostiene una verdad, terminan creyendo que hay una verdad, y que ellos la poseen? ¿Una educación autoritaria puede dar como resultado personas no autoritarias? ¿Una educación donde no hay construcción (producción), sino sólo mímesis –imitar al maestro y sus respuestas– y destrucción –el error debe ser destruido, tachado, suprimido–, es el camino correcto hacia un mundo mejor? ¿Qué nos ha dado como resultado una educación que no tiene como prioridad hacer que todos aprendan a dar respuestas provisorias, con sensibilidad hacia el contexto, sino que nos ha enseñado a repetir respuestas sin pensar en nada más? Pareciera que la falta de tolerancia que vemos en los sistemas tradicionales de educación ha parido no sólo intolerantes en el campo de lo moral, sino también intolerantes en el campo de lo cognoscitivo, es decir, personas incapaces de investigar, de abrir un texto mediante preguntas, incapaces de proyectar sus supuestos en los textos para construir una nueva idea sobre los cimientos de las palabras que leen, incapaces de preguntar. Deconstuir la escuela como artefacto de enseñanza de las respuestas correctas es un enorme desafío, construirla como academia sin paredes, en cuyo frontispicio se lea “Que no entre aquí quien no desee ser un investigador” pareciera un camino necesario a transitar.
La tolerancia no se da mágicamente y el uso del pensamiento multidimensional y de de las habilidades de razonamiento que de este uso se desprenden, es una tarea ardua: si los seres humanos no nos acostumbramos a ser tolerantes durante un largo aprendizaje desde que somos muy pequeños, a dar buenas razones para sostener nuestras opiniones, a respetar al otro, a construir nuestros argumentos sobre los argumentos de los demás, lo lograremos sólo con gran dificultad siendo ya adultos. Y es muy probable que para un adulto no habituado a consensuar sus ideas, la misma palabra “consenso” suene molesta. Quien ha adquirido la costumbre de avasallar, es muy probable que sea avasallador e intolerante. Quien ha adquirido la costumbre del cuidado del otro, es muy probable que lo ejerza. No hay nada mágico ni definitivo en esto, pero sí hay, con seguridad, más posibilidades de vivir en un mundo mejor para todas y para todos. Aprender a vivir de manera tolerante significa respetar el multiculturalismo existente, y que se da, por lo tanto, también en el ámbito escolar. Así planteada la temática, el sistema educativo ya no puede encogerse de hombros frente a la investigación ética, tanto en lo general y frente a las preguntas ¿en qué clase de mundo queremos vivir? y ¿es éste el mejor de los mundos posibles?, como en lo particular, como es el desarrollo de las distintas currícula, donde sería deseable plantear temas que afectan directamente el desarrollo de la persona.
La dramática discusión filosófica acerca de los derechos de los niños (y de las personas en general, dado el punto nodal de la discusión que planteo alrededor del concepto de persona) alcanza uno de sus puntos más elevados cuando hablamos de la aplicación de los derechos. Pareciera que los humanos nos ponemos fácilmente de acuerdo en los derechos formales y ‘universales’, pero no adquirimos la sensibilidad necesaria y el compromiso para hacer cumplir estos derechos. Así entonces, el desarrollo de la sensibilidad al contexto es una de las construcciones que debería realizar, de manera perentoria, la educación. Para que el adulto sea capaz de relacionarse utilizando juicios de valor fundados en buenas razones, se necesita el aprendizaje de este uso de buenas razones. El niño y la niña deben decidir acerca de aquello que les interesa, por ejemplo, la educación, para ser capaces así de decidir acerca de su propia vida, en general, tanto mientras transcurre su niñez como cuando, continuando su vida, se conviertan en adultos.
Si los niños desarrollan su sensibilidad frente al contexto es probable que aprendan a ser tolerantes. La tolerancia y el cuidado del otro no son meramente valores a declarar, pues entonces se vacían de contenido, sino que son, antes que nada, el reconocimiento de una educación distinta donde cada yo, cuidante del alter ego (otro yo como yo), se enriquece. Es la diversidad ajena la que me muestra la diferencia, y es esta diferencia la que amplía mi cosmovisión. Hay personas diferentes de mí en el mundo, y yo me esfuerzo para convivir con ellas (no meramente coexistir con ellas). La diferencia de los demás hace que me enriquezca, que crezca. Y es por el sentimiento de empatía con el alter ego que se da un mejor acceso al área cognoscitiva (separando áreas cognoscitiva y afectiva sólo como analítica del discurso). Por medio de los juicios emotivos abrimos nuestro ser al mundo de tal modo que la construcción de la solidaridad y la tolerancia se dan como un trabajo continuo.
Yendo a los supuestos de Filosofía para Niños (FpN), a sus bases y raíces, esto es lo que propone el programa, hacia donde tiende, y lo que busca. Un mundo mejor para todos, bajo la forma de una pregunta: ¿es posible un mundo mejor para todos? FpN apuesta por la construcción de un mundo mejor para todos y para todas, donde la investigación sea la cabecera de la educación, y a la vez, su objetivo primordial. Otro mundo es posible.
¿Filosofía para niños? (¿La otra educación?)
FpN apuesta por la filosofía como actividad para lograr pensamiento cuidadoso del otro (caring thinking) , creativo y crítico, que pueda ser desarrollado por lniños , jóvenes y adultos en de una comunidades de investigación. La comunidad de investigación no es un objeto concluido sino un proceso y es, ante todo, una experiencia en la cual se deben dar determinadas conductas, entre las que se cabe destacar:
• aceptar de buen grado las correcciones de los compañeros;
• ser capaz de escuchar atentamente a los otros;
• poder revisar los propios puntos de vista a la luz de los argumentos de los demás;
• ser capaz de considerar y estudiar las ideas de los otros;
• construir a partir de las ideas de los demás nuestro pensamiento;
• poder desarrollar nuestras propias ideas seriamente y sin sentir miedo por el rechazo o por la posible incomprensión de los otros;
• estar abierto a nuevas ideas y ser fieles a nosotros mismos;
• aceptar y respetar los derechos de los otros a expresar sus propios puntos de vista;
• ser capaz de detectar opiniones subyacentes;
• buscar la coherencia cuando argumentamos diferentes puntos de vista y preguntar cuestiones relevantes;
• hacer patentes las relaciones de medios a fines;
• mostrar respeto por las personas que integran la comunidad;
• mostrar sensibilidad respecto del contexto especialmente, cuando se discute la conducta moral;
• pedir y dar razones;
• discutir los temas con la mayor imparcialidad posible;
• preguntar por los criterios que se están utilizando.
El método utilizado por FpN se encarna en la mayéutica no se agota en lo formal sino que propone contenidos filosóficos –como preguntas siempre vivas– como corazón de esta manera de ver la educación. Decir que FpN propone contenidos filosóficos es hacer notar que no estamos meramente frente a un método, que se puede rellenar, cual un molde, con contenidos diversos. Por el contrario, FpN es un programa en el cual trabajan, de manera íntimamente unidos, un método y un contenido (en continuo proceso de recreación): el método, la mayéutica, está unido indisolublemente a contenidos filosóficos. Estos contenidos filosóficos, es cierto, tienen miles de años de antigüedad o, aun siendo recientes, se nutren en esos muchos siglos, pero también es cierto que se recrean cada día en las clases de FpN. Esta recreación de la filosofía es el verdadero objetivo del programa, ya que son los participantes de la comunidad de investigación quienes, con la guía de su interés, conducen las clases, que son coordinadas por sus docentes.
En tanto la búsqueda de la propia sabiduría, el conocerse a sí mismo, es la tarea última (primera y fundamental) que cada ser humano se propone, la filosofía es el quehacer más propio de las mujeres y de los hombres. ¿Podemos los seres humanos conocernos a nosotros mismos? Quizá no, pero es ineludible andar ese camino. Podemos negar impulsos vitales: comer, mantener relaciones sexuales; podemos negar los impulsos culturales más acendrados: escuchar música, escribir, leer, mirar un cuadro. Pero no podemos dejar de pensar, y nunca los humanos han dejado de hacer y hacerse las humanas preguntas: ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿por qué nos hacemos preguntas?, ¿es éste el mejor de los mundos posibles? ¿Cuál es mi rol en todo esto? ¿Cuál quisiera yo que sea mi rol? Y son estas grandes preguntas las que contienen las pequeñas preguntas: ¿estoy razonando correctamente?, ¿puedo razonar mejor?, ¿puedo mejorar mi pensamiento crítico?, ¿puedo elaborar pensamientos creativos?, ¿puedo, una y otra vez, fundamentar lo que pienso en el pensamiento cuidante? (caring thinking)
Paradójicamente, la educación que brindamos a nuestros niños, niñas y jóvenes ha eludido larga y eficazmente estas preguntas. La currícula de la escuela inicial, primaria y media (o primaria y secundaria) no está vertebrada alrededor de las preguntas sino alrededor de las respuestas. Y la mecanización del conocimiento da como resultado, año tras año, niños y jóvenes cada vez menos pensantes. Pero la educación aún tiene algo para decir: la filosofía como eje vertebrador del currículum escolar es una posible solución para un mundo enfermo de falta de juicio cuidadoso de los demás, creativo y crítico. Y si bien nada nos asegura que el que conoce el bien, obra bien, según la máxima socrática, los ataques furiosos de la intolerancia en el mundo nos urgen por un compromiso sensible con los niños, las niñas, los adolescentes. FpN propone privilegiar las preguntas, propone privilegiar un mundo sensible, pero no a través del dogmatismo de la enseñanza a repetición, sino a través del proceso de investigación que implica atreverse a hacer preguntas y a que nos hagan preguntas, a través de la apertura del corazón intelectual a las inquietudes de estas pequeñas personas con las que compartimos la educación. Podemos lograr que ellos sean mejores ciudadanos, pero, sobre todo, mejores seres humanos, contemplando en su enseñanza el uso de la emotividad y la razonabilidad (la razón temperada por la sensibilidad y la emoción, que es, también, pensamiento)
Es posible que ya no sea el tiempo de aquella vieja razón ilustrada, que creía que todo lo podía por sí misma, ni de aquel romanticismo que creía que la razón era el enemigo. Quizá sea más fructífero pensar que los hombres y las mujeres somos racionales e irracionales a la vez: deberíamos, entonces, elaborar una educación para lo que somos (lo que nos decimos que somos, lo que somos por construcción). El niño puede ser moral o inmoral. Pero no es menos cierto que tenemos el deber de proporcionarle un mundo aceptable de posibilidades, para que pueda elegir, y ese mundo está conformado, sobre todo, por su capacidad de pensar, de elegir, de emocionarse. Ser pensante, tolerante, respetuoso de las ideas ajenas, compañero, amigo, solidario, son acciones que se aprenden. Si hacemos que los niños cultiven cuidadosamente todo esto desde pequeños, es más probable que continúen haciéndolo cuando sean adultos que si no lo han hecho antes. Y la comunidad de indagación se propone como un marco de ejercitación para estas conductas, ya que podemos enseñar teóricamente que ser tolerante está (hace) bien y ser intolerante está (hace) mal, y los niños lo repetirán, pero en la disociación que aprenden fácilmente a través de las conductas de los adultos pueden ser intolerantes sin juzgar que eso esté mal, si no han ejercitado el juicio moral de manera continua.
FpN se presenta como una propuesta para lograr el pensamiento multidimensional (pensamiento cuidadoso del otro, creativo y crítico). Esta propuesta pregunta por el sentido de la existencia, y obliga a la comunidad de indagación toda (el docente y los estudiantes, la docente y los directivos, los docentes y los no docentes, las madres, los padres y la escuela) a preguntarse crítica, creativa y cuidadosamente por sus propios supuestos, por el suelo de su decir y hacer, por la tierra que fundamenta su vida, por las conexiones que hilan su existencia, por el sentido (o sinsentido) de la cosmovisión que preside nuestros pasos filosóficos. FpN supone que para llegar a ser pensantes, solidarios y libres los niños deberían aprender a serlo en un proceso llevado adelante mostrando y practicando qué es pensar por nosotros mismos en comunidades de investigación, qué son la solidaridad y la libertad, un marco que constituye la forma y el contenido (la forma-contenido) del aprender a pensar por sí mismos. Es en este proceso como se logra el pensar crítico, creativo y cuidadoso (el supuesto aquí es: a pensar se aprende pensando). El programa se detendrá, interesado y maravillado, en aquellas preguntas que apunten hacia el sentido y hacia el asombro. Preguntará, con preguntas verdaderas (Gadamer, 1990), por la coherencia, trabajando por alejarse del falso diálogo, donde se simula una escucha que no existe (Freire, 1976). El profesor buscará, junto con los niños, los supuestos que subyacen a lo preguntado, pedirá que justifiquen lo comentado, solicitará que apoyen sus ideas en las ideas de los demás. La profesora y la maestra, convertidas en coordinadoras (co-ordenadoras) trabajarán con los estudiantes y la formadora de FpN la coherencia de lo que se dice, solicitarán y practicarán autocorrección y autoevaluación. La pregunta “¿por qué?”, constante, permanente, estará presente siempre en las sesiones del programa, pidiendo razones, sensibilizándonos con el contexto.[1]
Los supuestos en Filosofía para Niños
Estar involucrado en una tarea de comunidad de indagación (c.i.), implica, por lo menos:
a) En el orden político: apostar por valores como el debate abierto, el pluralismo, la tolerancia, el autogobierno, la democracia y la solidaridad. Porque sólo si se tiene la experiencia de discutir con otros como iguales, participando en una indagación pública y compartida, se podrá tener un papel activo en la construcción de una sociedad democrática.
b) En el orden pedagógico: saber que la comunidad de investigación es el resultado de una crítica a la concepción tradicional de la educación como transmisión de un cuerpo de conocimientos. Supone que la educación se propone dar a luz personas responsables e íntegras, que sean capaces de hacer juicios lúcidos (sabios) sobre lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo adecuado y lo inadecuado.
c) En el orden gnoseológico: se busca llegar a formular buenos juicios a través de las siguientes conductas:
– pedir y dar buenas razones
– construir el pensamiento propio a partir de las ideas de los demás
– hacer buenas distinciones y conexiones
– usar buenas analogías y contraejemplos
– descubrir supuestos e inferir consecuencias
– usar y reconocer criterios
– buscar clarificar y definir conceptos
– reconocer falacias
– hacer buenas preguntas
d) En el orden psicológico: se trata de educar a personas que puedan conformar el yo en relación con otros, poner su ego en perspectiva, desarrollar su autoestima, transformarse a sí mismos, ser capaces de practicar autocorrección, ser autónomos.
e) En el orden social: es una praxis caracterizada por el diálogo llevado a cabo a través de la participación razonada y colaboradora de sus integrantes, estimulando las siguientes conductas: tomar las ideas del otro seriamente, respaldando y ampliando sus puntos de vista, aunque no esté de acuerdo con él; dar aliento a los otros para que expresen sus propias ideas; tomar los logros del grupo como propios –ser sensible al contexto; escucharse atentamente unos a otros– desarrollar la mutua confianza; tener cuidado por el crecimiento de todos los miembros de la comunidad.
f) En el orden ético: buscamos responder a las preguntas: ¿cómo debemos vivir?; ¿en qué clase de mundo queremos vivir?
A continuación presentaré cuatro atributos que, según los supuestos que sostienen este texto, no tiene la comunidad de indagación. Así, entonces
1. la comunidad de indagación no es un lugar de decisión. Muchas veces, reunidos en trabajo de comunidad de indagación, he oído decir que “la c.i. debe tomar una decisión”. Sostengo que la c.i. no es un lugar en el que se toman decisiones porque esto es contrario a la indagación filosófica. Como tal, la investigación que lleva a cabo la c.i., según lo esquematizado en el primer punto, no puede llegar a decisiones finales, porque ése no es su objetivo. La c.i. se propone una indagación constante y continua donde se lleva a cabo una discusión filosófica, que supone que el acuerdo, si se diera, sería meramente fortuito, nunca buscado, y, mucho menos, deseable. ¿Nos podemos imaginar una comunidad de indagación donde todos están de acuerdo, permanentemente, en los temas que se trata? ¿Cómo sería una c.i. donde el coordinador busca el consenso sobre un tema? ¿Qué sería de la riqueza de la diversidad si los integrantes de la c.i. se solazaran en el consenso? Los integrantes de la c.i. están de acuerdo sólo en un punto: en que le dan una oportunidad al diálogo en c.i., con todo lo que esto supone, es decir, la aceptación de los supuestos de la c.i., para poder comenzar a dialogar (si es necesario, sobre esos mismos supuestos). Sucede a veces que, acríticamente, podemos llegar a creer que la c.i. es algo así como el mejor de los lugares posibles, y se puede llegar a pensar, y aseverar, que todas las decisiones que tomen los integrantes de FpN (de un centro, de la comunidad internacional, etc.) deben ser tomadas en c.i. No es así, ya que la c.i. no toma decisiones: en el mismo momento en que la c.i. toma una decisión, en ese mismo instante, se autodestruye, deja de ser una c.i. Las personas reunidas en un círculo, y que discuten bajo los supuestos con que discute una c.i., pero lo hacen para tomar una decisión, son una asamblea, pero no una c.i.
La decisión está siempre ligada a contextos políticos, tal como lo sugiere “decisión” en griego: proaíresis, que es el momento final de la deliberación, en el cual se elige una de las alternativas presentadas. Así, la decisión es un acto en el cual se separa una de las posibilidades y se la entroniza. Acceder a una resolución no es tarea, entonces, de la c.i., ni en el sentido anterior ni en el sentido en que la lógica habla de la decisión como de la fórmula que puede ser probada o no. El mismo prefijo “pro” significa, en una de sus acepciones, “en defensa de”, o “por interés de”, y proaíresis significa “dirección política” y también “política”, y aíresis significa “plan para realizar la conquista”, “elección de magistrados” y, unida a dunámeos, “aspiración al poder”. Por lo tanto, la c.i. es totalmente diferente a todo lo que sea decisión.
De lo expuesto se infiere que:
1.1. “comunidad de indagación” no es equivalente a “democracia”. Tantas veces se habla de la c.i. como de una práctica democrática que finalmente se acaba por creer que “democracia” y “comunidad de indagación” son términos equivalentes. En realidad, la democracia es una apuesta política que hace la c.i., y como tal, las prácticas democráticas constituyen un fuerte supuesto político en FpN, pero la c.i. no es asimilable a “democracia”, ni representativa ni directa. En el primer caso, no es representativa porque no delega mandato, y no es directa porque no existe aquí el momento de la decisión. Por supuesto, señalé un atributo de la democracia representativa que no tiene la c.i., sólo para asegurar que hay muchas buenas razones para sostener este tipo de tesis, pero hago notar que es sólo un argumento secundario frente al argumento que sostengo como principal, a saber, el elemento de la decisión.
1.2. la c.i. no es un lugar donde se trabaja con un télos (finalidad) político, ya que FpN es, antes que nada, un programa pedagógico con contenidos filosóficos. Como tal, se discute en la c.i. acerca de los fundamentos del accionar político, pero la c.i. misma no es un lugar para el accionar de la política. Por otra parte, cada miembro de la c.i. tiene el derecho de actuar en política, y de actuar políticamente dentro de la c.i., ya que nadie actúa ni teoriza sin supuestos, y menos sin supuestos políticos, pero esto es distinto a decir que la c.i. acciona políticamente. Un ejemplo acerca de este punto es lo que sucedió, por ejemplo, cuando publicamos un texto consensuado a través del correo electrónico: si bien deliberamos varios días, a través de Internet, acerca de los fundamentos que guiaban la adhesión, o no, a la publicación, la decisión ya no pertenecía al ámbito de la c.i., por lo expuesto en el primer ítem, y quizás esto suene muy fuerte, pero para ser coherente con lo que vengo sosteniendo, diré que tampoco la deliberación pertenecía al ámbito de la c.i., no sólo porque se hizo a través del correo electrónico[3] sino porque el objetivo de la discusión era tomar una decisión.
2. la c.i. no es una panacea universal. Muchas veces he escuchado hablar acerca de que “lo que pasa es que no estamos trabajando en comunidad de indagación”. A veces sucede que el trabajo funciona en c.i. Otras veces, problemas laborales, de horarios, de salud, hacen que sea necesario otro tipo de trabajo (intercambio de escritos, charlas telefónicas, asambleas, institucionalización de los centros, etc.), que es el mejor posible en cada caso, y que a veces es mejor aún que la c.i. Proclamar la c.i. como la solución a todos los problemas de trabajo en grupo que se den en FpN es, por lo menos, una actuación demagógica hacia el grupo de trabajo y una mentira improductiva hacia nosotros mismos. Por otra parte, sostener que la c.i. es la mejor de las prácticas posibles en la apuesta por la discusión es discriminatorio y atenta contra el respeto hacia la diversidad, colocándonos, si sostenemos esto, en el pobre papel de creer que FpN tiene la Verdad en toda praxis dialógica.
3. la c.i. no es un lugar de apostolado. Que FpN se expanda por el mundo entero es deseable en tanto quienes trabajamos en FpN creemos que es una de las mejores apuestas en educación, pero esta misma apuesta es sólo eso, y la c.i. es una digna herramienta pedagógica, que se debe propagar siempre que contribuya a un mundo mejor, estando todas y todos muy atentos, con los ojos muy abiertos, para ver qué hace cada uno con ella, y qué hace ella con cada uno, ya que a veces se puede confundir el abundante e intensísimo trabajo ad honorem que se hace para FpN con una suerte de apostolado, y a la extensión de FpN en el mundo como una suerte de movimiento religioso, convencido de que tiene la verdad.
4. la c.i. no contiene ningún agregado inefable. Si decimos que la c.i. contiene un agregado porque el programa tiene contenidos filosóficos, me interesaría sostener que dichos contenidos filosóficos no son un plus sino, meramente, los “contenidos” de un programa. Si sostenemos que la fuerza que ponemos para aplicar el programa, para supervisarlo, para escribir sobre dicho tema, es un plus, yo prefiero sostener que es la fuerza de cada uno, simplemente. FpN no contiene plus alguno, su fuerza radica en no tenerlo, en despojarse de falsas vestiduras y salir a pelear un lugar en un mundo cada vez con menos sentido, en una lucha tenaz y digna, justamente, para dar sentido al mundo, para crear (inventar/descubrir)[4] el sentido de mundo. La fuerza de FpN es no contener nada inefable, nada trascendente, ninguna sombra bajo la cual cobijarse. Si así fuera, si la c.i. es un lugar para cobijarse del mundo, es mejor que huyamos de ella. Si hay verdades inconmovibles en la c.i., mejor es que nos alejemos con prudencia pero rápidamente.
© 2007 Stella M. Accorinti
[1] Ver S. Accorinti, Introducción a Filosofía para Niños, Manantial, “Esquema de acercamiento a las herramientas de discusión filosófica”, el primer trabajo que se realiza en la comunidad de investigación.
[2] Quisiera recordar la importancia del “no” en la tarea filosófica, para parafrasear a Nietzsche, ”un santo decir no”, un “no” que conduce al “sí”: toda tarea de construcción, en el sentido de crear y dar sentido, lleva implícita una tarea de destrucción. Esta destrucción contiene los gérmenes del nuevo edificio cuando se piensa la tarea de negación como el momento previo a la preparación de los conceptos positivos. Es en este sentido que diré qué no es, en mi interpretación, la comunidad de indagación.
[3] Lo que da para una discusión acerca de qué es la comunidad de indagación internacional electrónica (los foros de discusión de FpN en Internet), y si se le puede dar el nombre de “comunidad de indagación”. Quizá podamos llamarla, en todo caso, como propuse en su momento: “107”, porque, en tono de broma, “CVII “serían las “iniciales” de Comunidad Virtual Internacional de Indagación”.
[4] Los términos “descubrir” e “inventar” están usados aquí con el sentido que Paul Ricœur les da en La metáfora viva.
[5] Utilizo intencionalmente el verbo desagradar, que tiene que ver con el campo de la estética, ya que el título “Lo que afirmamos negando” tiene el profundo deseo de alejarse del campo de la moral. No abrigo intención alguna de hacer señalamientos morales. Y como sostengo que el mundo es lenguaje, las palabras y lo que con ellas hacemos creo que son muy importantes en nuestro quehacer filosófico. Hay algunas ingenuidades que, creo, no es deseable que nos permitamos en el campo de la educación.
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