Me llevé a Sócrates a mi terraza. Le abandoné en la página 66 hace algunos días. Sócrates me pidió un poco de aire fresco y lo saqué a mi terraza, conmigo.
Me tumbé en la hamaca, y unos segundos después solo existíamos Sócrates y yo. Sócrates, yo y Stella, y su increible forma de poner en labios de Sócrates una defensa de la figura femenina que ninguna de las mujeres que conozco sería capaz de llevar a cabo.
Seguimos, Sócrates, yo y Stella. No sé que hora es, no me importa, no tengo prisa.
Un reflejo distorsionado me hace apartar la mirada de la página 100. Ya estoy en la página 100. He avanzado más en una noche que en una semana.
A los miopes nos sobran las gafas para leer. Por eso es habitual vernos, cuando leemos, con las gafas sobre la cabeza, a modo de gafas de sol, cuando no hay sol; solo luna.
Alzo la mirada y veo una luna enorme, distorsionada y enorme. Podría decir llena, pero se ajusta más el decir plena, plenísima.
Me pongo las gafas. Ahora la veo minúscula (es lo que tiene la miopía), pero nítida, tan nítida que duele.
Me paso unos diez minutos quitándome y poniéndome las gafas. Juego a ver la luna desde todas mis ópticas.
Miro a la luna. Pienso en Luna. Le mando un beso.
Entonces caigo en que la miopía, no solo nos distorsiona la visión sino también el entendimiento, en ocasiones. Y que la miopía es contagiosa, casi siempre.
Te veo distorsionado, te escribo distorsionado, luego tú... ves distorsionado y me respondes del mismo modo.
Hay días que agotan sin haber movido un dedo.
Hay días en que renuncias a la elegancia en pro de un desnudo integral del alma.
Hay días en que te dejas de tonterías y gritas, porque estás en tu derecho.
Hay días en que decides acordonar tu territorio y poner candado a todas tus puertas.
Sigo con Sócrates, la luna, Stella y yo. Sócrates ha cerrado la boca y dormita sobre mi pecho. Yo dormito sobre el pecho de la luna.
Why was it that your hands
(that never took mine),
your hands that I could see
drift over the orchid-heads
so carefully,
your hands, so fragile, sure to lift
so gently, the fragile flower-stuff--
ah, ah, how was it