Wednesday, September 28, 2005

Responsabilidad

Wednesday, September 21, 2005

Stella Accorinti, MIRTA, Capítulo 12



Boston, 27 de agosto de 2002

Querida Ioli:

Te mando el texto sobre la publicidad que me comentaste (ya la vi), y esto es lo que surgió, fijate si es lo que me pedís para ese cuadro:

Ramas en el mar

“Es más fácil encontrar
rosas en el mar”

Aute

La joven camina lentamente, como en sueños, casi no toca el suelo. Ella tiene una cabellera de ramas. Las ramas forman maravillosos alargues que se extienden como manos secas y sedientas. Ella busca. De pronto, aparece el laberinto en el que se mueve. Pero el laberinto está abajo del mar. Adelante se ve algo. Ella estira los brazos, desesperada.
(La búsqueda de la felicidad debe parecerse a esto. Estirar los brazos, ondear el vestido, agitar las ramitas, caminar por el laberinto –después de muerta, nene, vos me vendrás a visitar. Ella camina y busca. Ella busca caminando. Mientras camina, busca. Busca y camina. Se busca caminando. Camina buscándose. Ella busca. –Cuando estés cansada de buscar, no te olvides de mí…)
Ella tiene un peinado de ramas. Ramas alargadas secas. Ella tiene un paisaje de belleza en la cabeza. Camina lentamente, pero sabe adónde está su tesoro. Camina con urgencia, pero su prisa apretada no impide su conocimiento de la cosa.
¿Qué hay más adelante? Un anillo, un amante, un dios, un destello, una caja, una promesa. (Pero si insisto, yo sé muy bien que conseguiré). Hay una entrada, hay una luz. Salen colores de la cueva. Ella alarga los brazos, extiende el cuerpo, y el rostro desespera la curvatura.
Ella llega.
Toma un frasco.
Echa el contenido en su cabeza de ramitas, en el nido impensado, en el alargado sueño de la búsqueda.
La ramas secas van transformándose en cabello. El cabello es largo y suave, y se mueve blandamente.

(El publicista podría redimirse simplemente convirtiendo el principio en el fin. Pero habría que tener la mirada de medusa en Ariadna para amar al Minotauro. Es que, finalmente, lo terrible en Medusa es ser la única Gorgona mortal.)
M.A.R.
PD: tengo acá algunas cosas dando vueltas respecto de la pintura del hombre azul (Barba Azul, como le decimos), me gustaría que agregaras algunas manchas aquí y allá con esto, si podés, si querés: dice vos tenés que dejar de ser tan sumisa, tira el cigarrillo con agua contra la pared, tiene salsa en la remera blanca, hay salsa en el piso, caigo escaleras abajo, me grita puta desde arriba, se lava las manos y se mira las uñas.

(Eso es todo.)

PD2: (“Voy a tomar la ruta 3,
una mañana para no volver.
Me llevo la vida y la música también,
hay una canción que me están quitando […]”).

Un beso

Mirta

Boston, 1 de febrero de 2003

Querida Ioli:

Te escribo porque acá son las 22:15, o las 10:15 PM, como dicen, y allá son las cuatro y pico de la matina, así es que de hablar ni hablemos.
Estuve leyendo todo lo anterior, y vos sabés que anoche me quedé pensando en eso que me dijiste acerca de qué relación habría entre los Sims y el libro que estoy leyendo. Te decía que creo que ninguna, y me parece que no, que no hay ninguna. Pero también pensaba en los sueños. ¿Viste ese cartel que hay en la Habana, en Cuba, que dice “Creemos en los sueños”? La cosa es que pensaba en eso, y en lo que te conté el otro día que soñé con una plaga de murciélagos. Sí, ya sé que el cartel en Cuba no habla de esa clase de sueños, pero igual relacioné y me acordé de vos. Te acordás que soñé que había una plaga de murciélagos, y que yo corría afuera de la casa, y alzaba a Clarice, y la llevaba adentro de la casa. Sí, te acordás, porque ahora que lo pienso, te lo conté ayer (“ayer nomás… ”). La cosa es que yo llevaba a Clarice adentro de la casa, de eso me acuerdo, y luego la plaga cesaba de pronto, o al menos yo ya no veía más a los bichos volando, entonces yo salía, y veía debajo de un árbol al perrito del Word, pero estaba vivo, no era un dibujito, y le hacía upa, y me decía, enojada conmigo misma, que si hubiera sido Monchito no me lo hubiera olvidado afuera. Vos me dijiste que era bueno contar lo sueños así, cuando a uno le parece que no tienen sentido (no recuerdo haberte dicho que no tenía sentido, pero seguro que te dije algo de eso), y agregaste que era algo interesante enfrentarse a los sueños sin sentido, así, sin miedo. La verdad es que no entendí qué me quisiste decir. La cosa es que hoy me di cuenta de que creo que hay una relación, y creo que va por este lado: la noche anterior al sueño había leído ese trozo que habla de la milonga “Pipistrela”, y Alberto había recordado que Héctor le había dicho una vez que “pipistrelo” quiere decir murciélago. Quizá por eso soñé con la plaga de murciélagos. ¿Te acordás que te dije que cuando salía, antes de alzar al perrín, me sacaba algo pegajoso del pelo? Era un cadáver de murciélago, porque cuando salí a rescatar a Clarice, los murciélagos se estrellaban contra mi cabeza, y éste era un cadáver, pero al caer al suelo yo me daba cuenta de que era un murciélago sin piel, como si lo hubieran desollado, era un pedacito de carne, no más grande que el huevo de una codorniz. Y ahora que te escribo me doy cuenta que así era lo que se me cayó en la bañera del departamento de Calasanz cuando tuve un aborto en 1996. Era así, como un pedacito de carne, y de ese tamaño. Mirá vos por dónde la mente relaciona. Pipistrelo, murciélago, creo incluso que es pipistrellus, o algo así, como que hay varias clases de pipistrellos, y debe haber seguro el Pipistrellus pipistrellus. ¡Mirá, Ioli, si le digo esto a mi tía! ¿Sabés qué? Me saca carpiendo. “!Andáaaaaaaaaaaaaa!”, me diría. Pipistrellus pipistrellus. Chist, pipistrellus. El chabón de la esquina de casa cuando salgo a barrer la vedera me se acerca el canaya y me dice “¡pipistrellus, pipistrellus!”. Y de hincha ovarios que soy me puse a mirar un poco, a buscarlo al pipistrello éste, y no me vas a creer, pero el tal pipistrellus pipistrellus existe, y me he reído hasta llorar leyendo sobre las peleas de unos biólogos, creo que en Inglaterra, porque distinguieron a unos pipistrelos por su modo de emitir sonidos, de cantar digamos, y los tipos le querían poner como nombre pipistrellus sopranus o algo así, porque parece que daban no sé qué nota más alta que las sopranos en La Traviata, no, en La Traviata no, los bichitos alcanzan las dos altas notas de fa, como las mejores sopranos, en el aria de la venganza en La Flauta Mágica de Mozart, qué me decís. No deja de tener su gracia, su encanto y su ridiculez, que la mayoría de las tres cosas van de la mano.
Ps: la casa del sueño, ahora que lo pienso, era la casa de mi vieja.

Un beso
Mirta

Boston, 2 de febrero de 2003

Querida Ioli:

Me quedé repegada con Buena Vista Social Club, y me puse a buscar algo de la música (no creas que me olvido de The Flying Pickets, pero viste como es el sonsonete de “se necesitan más fuentes”, y cosas así), y encontré varias pistas, y ahí estaba el entrañable “Hasta siempre. Comandante”, cantado por Compay Segundo (¡y si oyeras “Cienfuegos ya tiene su guaguancó!”), y justo el otro día hablábamos de la versión de Nacha Guevara. Tengo por acá una más, cantada por Chico Buarque y Luis Aute, con la gente haciendo el coro, qué belleza, por dios:

Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia,
Comandante Che Guevara.

Debía ser el año 1965. Deben de haberla cantado por primera vez el 3 de octubre, si mal no recuerdo. Dos años más, y los ojos enormes y abiertos del Che en La Higuera. Y después, veinte años para descubrir el cuerpo. Viste que en América latina siempre nos lleva dos décadas o más descubrir cuerpos, hablar, hacer valer derechos, llorar. Todo nos cuesta décadas y décadas y décadas. Entretanto, se van acumulando otros cuerpos, otros derechos robados, otros llantos. Y así seguimos.
Acá llueve a mares, te cuento, llueve y nieva, es un asco, todo enero nevó (qué lindo) como en el cuento del rosarino en Canadá, pero ahora es un asco, las calles todas sucias, eso supongo, este fin de semana no saqué el hocico afuera. Me imagino que en Barcelona hace frío, pero no taaaaaaaaaaaanto, como dice Chichi Huili, al menos todo este tiempo en el que estamos comparando temperaturas, cuando acá hay más o menos doce grados bajo cero, ustedes allá están siempre sobre cero, no digo que mucho, pero algunos grados al menos.
Te cuento que me quedé pegadísima con lo del agua del florero. Tomarse el agua del florero. Vaya. No sé por qué, pero enseguida siento el olor del cementerio, porque tomar agua del florero es sentir olor, ya sé que el gusto está unido al olfato, pero me refiero a otro olor, ese olor que tiene acordarse de ese entierro, de esa muerte, de ese muerto, de ese cajón, de esa vez que besaste ese rostro helado, que tocaste esas manos cruzadas, congeladas, quietas para siempre. No. No, para siempre no, el movimiento comienza enseguida de nuevo, pero no es en eso en lo que uno piensa cuando está ante el cajón.
Recuerdo algunos cajones en especial, ¿te pasa eso a vos? Recuerdo el del albañil que murió al caerse del andamio en 1968. La esposa se enteró por la radio. El velatorio duró tres días. Eran otras épocas. Se estilaba, se usaba. La viuda era rubia y alta, en el barrio le decían “la alemana”. Ella gritó, aulló y se tiró de los cabellos los tres días. Desde mi casa, que quedaba a tres cuadras de la suya, se oían los gritos. Sí, velaron al muerto en el comedor de la casa.
Otro muerto velado en el comedor de su casa fue el marido de la curandera del barrio. Fuimos con mi vieja a la mañana, mi vieja era así, no sé si morbosa, solidaria o las dos cosas. Éramos la curandera, mi vieja y yo. Y el muerto. De pronto, clap, clap, clap. Miramos. Caía sangre del cajón. ¿Qué de qué murió el hombre? No lo sé. Yo tenía once años, Ioli, no me acuerdo, y ni siquiera sé si lo supe alguna vez. La curandera tomó una bandeja de encima de la cocina y la puso abajo del ataúd. Clap, clap, clap, la bandeja era de metal.
Otra fue mi vieja. Pero sólo estuvo un rato el cajón en el comedor de la casa, después lo llevamos a la capilla del lugar, según ella misma había pedido. Y ahí fue la reunión familiar. Estaba mi hermana, con sus ocho hijos, el marido, una de mis amigas de la adolescencia, una de mis hijas –Silvana, te hablé ya de ella–, y luego llegó mi hermano con su esposa embarazada, a la que yo no conocía. Imagináte. Hacía veinticinco años que yo no veía a mi hermana y a mi hermano menor. Nos hablamos todo. Mi hermana no dejó anécdota sin contar. Nos reímos tanto, Ioli. Menos mal que estábamos sólo nosotros. Incluso cuando venía algún vecino “a saludar a la muertita”, salíamos, porque estábamos tentados de risa. Qué increíble, qué loco, reunirnos así, a los pies de mi vieja. El cajón estaba solo, a un costado de la nave de la pequeña iglesia, y nosotros estábamos sentados en los bancos, tomando mates y charlando. Pasadas las dos de la madrugada, el marido de mi hermana se llevó a los chicos, mi hermana dijo que iría a descansar un rato, porque le dolían las piernas, la pobre tenía los pies hinchados. Mi hija y yo fuimos a un boliche de la esquina y comimos una porción de pizza. Mi amiga se quedó con mi mamá durante esa media hora. Luego nosotras regresamos y continuamos charlando. Mi amiga estaba encantada con la situación, decía que era “muy bonita, por cierto”. Sin duda, creo que mi mamá debía estar feliz. Ese día pensé que, de una manera o de otra, mi vieja nos había criado bien, porque había logrado reunirnos a sus pies el día de su muerte, sin falsos llantos, sin alharacas, como decía ella, y con la risa pronta. No fue una mala despedida. No al menos durante la noche. Ya en el día es diferente, viene todo el asunto del entierro, y yo no me lo banco, desde chica. Pero quedémonos con la noche, porque fue sensacional.

Un abrazo fuerte, y contame algo de vos.

Mirta

ENTRE A MI PAGO SIN GOLPEAR




Fue mucho mi penar
andando lejos del pago
tanto correr
pa' llegar a ningún lado
y estaba donde nací
lo que buscaba por ahí.
Es oro la amistad
que no se compra ni vende
sólo se da
cuando en el pecho se siente
no es algo que se ha de usar
cuando te sirva y nada más.
Así es como se dan
en la amistad mis paisanos
sus manos son
pa' cacho y mate cebado
y la flor de la humildad
suele su rancho perfumar.
La vida me han prestado
y tengo que devolverla
cuando el creador
me llame para la entrega
que mis huesos, piel y sal
abonen mi suelo natal.
La luna es un terrón
que alumbra con luz prestada
solo al cantor
que canta coplas del alma
le estalla en el corazón
el sol que trepa por su voz.
Cantor para cantar
si nada dicen tus versos
ay! para qué
vas a callar al silencio
si es el silencio un cantor
lleno de duendes en la voz.
Mi pueblo es un cantor
que canta la chacarera
no ha de cantar
lo que muy dentro no sienta
cuando lo quiera escuchar
entre a mi pago sin golpear.
La vida me han prestado
y tengo que devolverla
cuando el creador
me llame para la entrega
que mis huesos, piel y sal
abonen mi suelo natal.

Trullenque y Carabajal

Friday, September 16, 2005

CALLEJEROS




No Volvieron Mas

Fué en abril / que empezo / a engordarse tu resignación
sin saber ni perder ni ganar / tu bandera te empezó a traicionar
circo y pan como siempre fué acá nos prendimos a jugar un mundial
y despues nadie supo saltar / por los sueños que se hundieron allá

Huuuuu y no volvieron más
Huuuuu y no volvieron

Fué en abril / que empezo / a engordarse tu resignación
sin saber ni perder ni ganar / tu bandera te empezó a traicionar
circo y pan como siempre fué acá nos prendimos a jugar un mundial
y despues nadie supo saltar / por los sueños que se hundieron allá

Huuuuu y no volvieron más
Huuuuu y no volvieron

Fué el alcohol de una bota formal el que quiso ver mi sueños quebrar
Nuestra cruz no se quiso acordar de los huecos de la lista oficial
Fué en abril / que empezo / a engordarse tu resignación
sin saber ni perder ni ganar / tu bandera te empezó a traicionar

Huuuuu y no volvieron más
Huuuuu y no volvieron

ANGEL GONZALEZ



¿Cómo seré o
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano
de corazón a corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.

Y los ojos
-qué importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles.

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