Tuesday, March 15, 2005

Stella Accorinti - LA REBELION DE LAS CACEROLAS

Tercera y última entrega ("Es sólo una cuestión de actitud")





- Tratemos de crear algo nuevo, de pensar algo nuevo – recordé que había dicho la olla esmaltada, con entusiasmo . Y fue por este comentario que al llegar a la casa, busqué la voz de Macedonio, y la volví a leer: "¿Pero ustedes creen que yo puedo pensar algo nuevo? Ustedes tienen que saber que siempre estoy pensando las mismas cosas ... Volveré a pensar en tal pensión del Once lo que pensé en otra antes, ¿no? Pensaré en la calle Jujuy lo que pensaba en la calle Misiones" –de cuando pensar es pensar en la Perla de Once, no a la Husserl , sino sólo pensar en el lugar físico, preciso y exacto.


(Una bandeja de mozo canturreaba “Llueve sobre mojado”, y una servilleta doblada intentaba tamborilear sus dedos blandamente sobre la mesa y yo pensaba que esta reunión se debería haber hecho en Tucumán, en el café La Cosechera - esquina de San Martín y Batalla de Junín, repetí, mecánicamente- o en El Molino, o –por qué no- en el Café España, o debimos haberla hecho en Rosario, en el bar El Cairo -el café de Fontanarrosa y Serrat – cuando se sientan en el Cairo , cuenta la leyenda , pasan horas charlando sin que nadie se acerque a cholulear , ah, la ochava noroeste de Sarmiento y Santa Fe-, o en Augustus -café clásico y concheto- , o en el café Fragata o por qué no en el café Colonial, en el barrio de Arroyito. - “Y vino Vietnam, los yanquis juraban amar la paz...” . “Es sólo una cuestión de actitud entender lo que está escrito en el viento”, canturreé, mientras pensaba- De hecho, yo hubiera hecho esta reunión en el Tortoni, o en Los Angelitos, pero ya no está, o mejor aun en La humedad , si existiera... -Humedad...llovizna y frío; mi aliento/ empaña el vidrio azul del viejo bar.../Café "La Humedad", billar y reunión,/ sábado con trampa, que linda función! /Yo solamente necesito agradecerte/ la enseñanza de tus noches/ que me alejan de la muerte./ Café "La Humedad", billar y reunión,/ dominó con trampas, que linda función!/ Yo simplemente te agradezco las poesías/ que la escuela de tus noches/ le enseñaron a mis días.../por eso vuelvo hasta la esquina del boliche/ a buscar la barra eterna de Gaona y Bocaya./ Vamos, muchachos, esta noche a recordar/ una por una las hazañas de otros tiempos/ y el recuerdo del boliche que llamamos ‘La Humedad’- No en La Paz, me dije, La Paz no es lo que era, y Corrientes al 1600 hoy significa, para una olla como yo, pensar en Pippo y en sus vermicelli con pesto y fileto. ¿La Richmond, en Florida al 500? No. Demasiado brillo. ¿La Biela? Quintana al 600 es como medio a trasmano. ¿Los 36 billares? No. Mucho olor a humedad. Avenida de Mayo al 1300, cerca de todo, es verdad, pero no, no es buen lugar para reuniones. ¿Y el Bar Suárez? Corrientes al 700, mucho bullicio. ¿El Café de Marco? Está en la ochava de la Santísima Trinidad y San Carlos (Bolívar y San Martín) y ahí se oyeron las voces de Bernardo de Monteagudo o Juan José Castelli. Demasiada carga. ¿Y la Ideal? Hay olor a pis de gato. La historia es hermosa, ahí estuvieron Hipólito Irigoyen, Alfredo Palacios, Eva Perón. Pero hay olor a pis de gato. Y hacer la reunión en Corrientes al 4600, en el Mercado de las Flores, hubiera sido bello pero un tanto complicado. Si hubiéramos sabido que en el año 2004 el Mercado con sus Flores ya no estaría, hubiéramos reunido nuestras almas allí, de cualquier modo...

Una pava rosarina dijo “quien dijo que todo está perdido”, y entonces fue cuando todas sonreímos. Esta reunión del inicio, iniciadora e iniciática, podría haber sido en cualquier café de la Argentina, en San Nicolás por ejemplo, en el Café de la Plaza, o en el Augustus, donde se reunieron las ollas que viven en esa zona. Pero fue en Las Violetas.)


Hasta ese momento solo habíamos visto que el lugar de las ollas era la cocina. Habíamos estado siempre en la cocina, y habíamos oído que el lugar de toda olla es la cocina. Parecía que así era, nadie cuestionó eso, además, haber nacido olla implicaba ipso facto ir a la cocina. ¿A qué otro lugar puede ir una olla? ¿Acaso las ollas deben estar en el garaje? ¿Acaso deberíamos estar en el sótano? ¿Acaso deberíamos andar caminando tan orondas por las calles, del brazo de los amigos? ¿Deberíamos estar en el shopping haciendo compras? ¿O acaso deberíamos estar en el museo? ¿O yendo al cine cada miércoles? ¿O deberíamos viajar por el mundo? ¿O dictar conferencias? ¿O deberíamos organizar fogones? ¿Y qué hay de dormir en la cama? ¿Deberíamos tener frazadas para cubrirnos en invierno? ¿Deberíamos tener cremas para las quemaduras? ¿Deberíamos poder bañarnos en el cuarto de baño y no en la bacha de la cocina? ¿Podríamos escribir libros, amar, leer, pasear, ser amadas, tener un perro, que un perro nos tenga, tener hijos, que los hijos nos tengan, no tener hijos, ir de paseo, no ir de paseo, decir lo que pensamos, hacer lo que decimos? ¿Deberíamos poder elegir entre ser ollas o ser otra cosa?

Y algo de todo eso venía yo masticando desde los lejanos días cuando conocí a una familia de ollas de cerámica, de un color marrón hermoso, y ellas decían que eran obras de arte, y que su lugar eran las bibliotecas, los muebles con vidrios, las vitrinas, los museos. Ellas no habían estado nunca en una cocina y ni siquiera sabían qué era. Se horrorizaron cuando les dije que nuestra misión era cocinar. La idea de ser puestas sobre fuego, con agua adentro, con verduras, les hacía desorbitar los ojos. Ni qué decir cuando les conté que a las ollas se les echaba aceite y el aceite hervía para cocinar las cebollas, y que el aceite estaba a 180 grados centígrados, más o menos a 360 grados Fahrenheit. Se les retorcía la cara de dolor. Y pensar que a mí siempre me pareció tan natural ser usada para freír cebollas, pero me parece que no es tan natural, después de todo. Ella sabían de monococción, bicocción, e , incluso, de tercer fuego, es decir, sabían qué era cocinar soporte y esmalte, qué era cocinar el bizcocho, o bizcochar como decían ellas. Dos de ellas conocían del tercer fuego, porque habían visto esmaltar azulejo, y eran amigas de ollas serigrafiadas. Novecientos grados centígrados para el bizcocho, más de 1200 grados después del vidriado, eso era mucho más que la temperatura de cocción de las cebollas...


Una de las ollas se cuarteó cuando le conté que nosotras freíamos pedazos de animales. Primero pensó que era un exceso de mi parte, una broma de mal gusto, un cuento escatológico. Le aseguré que no, y yo estaba tan asombrada con su asombro, que no sabía si ella decía la verdad o bromeaba. ¿Qué había de malo en descuartizar un pollo, freírlo, asarlo, comerlo? ¿Qué hay de malo en matar a una vaca, sacarle las tripas y comerlas rellenas? ¿Qué hay de malo en presentar una cabeza de cerdo con una manzana en la boca en una hermosa fuente llena de lechugas? ¿Por qué ella se horrorizaba cuando yo le hablaba de animales fritos, hervidos, asados, horneados? ¿Por qué ponía los ojos en blanco cuando yo le hablaba de descuartizar pollos? ¿Cómo voy a cocinar el pollo si no lo trozo? Puedo hacer pollo relleno agregaba yo , pero ella también ponía los ojos en blanco cuando le contaba esas recetas. Ella decía que no eran recetas, que eran métodos para embalsamar. Yo le decía que era comida, algo para comer. Ella me decía que con ese criterio que yo presentaba, si los egipcios hubieran preparado a las momias para comerlas, también serían comida. Pero vamos, la vida imita al arte, como dijo Wilde y comemos lo que la cultura nos da como comida, y enterramos lo que la cultura nos dice que es un muerto , eso pensé... (¿Adónde estaba la belleza de tal lugar antes de que tal pintor la pintara, tal fotógrafo la fotografiara?. Y, definitivamente, si prefiero la breve mariposa de colores y dar la espalda al Gran Cañón para ver a la Breve Mariposa, ¿cuál es el problema? ¿Acaso soy yo la guardiana del cañón, de las cataratas, de las momias? Durante el pequeño minuto en que me lo permite , guardo a la breve mariposa, si se deja guardar en mi frágil retina sin memoria.

Así las cosas, me retiré aquel día a rumiar un poco todo eso, dejando a las ollas de cerámica parloteando de que a la Gioconda le faltaban las cejas, y de que a la Venus de Milo le faltaban los brazos, y que una había leído a Walter Scott, a Stephen King, a Pío Baroja, a Walter Mosley, a Mario Vargas Llosa, a Richard Dawkins, a Italo Calvino, a Borges, a Cortázar, a P.D. James, a Agatha Christie, a Kafka, a Arturo Pérez Reverte, a Terenci Moix, a Benito Pérez Galdós, a Rodin, a Miguel Ángel, a Leonardo –así decía: “leí a Rodin, a Miguel Ángel, a Leonardo-, a Santiago Calatrava, a Jackson Pollock, a George Orwell, a Paul Cezanne, a Rubens, a Antonio Buero Vallejo, a José Saramago, a Pessoa, a Juan Rulfo, a Antonio Muñoz Molina, a Quevedo, a Umberto Eco, a Rosamunde Pilcher, a Sófocles, a Moratín, a Frank Lloyd Wright, a Naguib Mahfuz, a León Uris, a Pere Joan, a Mies Van der Rohe -¡decía tal cual: que lo leyó!-, a Robert Louis Stevenson, a Thomas Mann, a Samuel Delany, a Alex de la Iglesia (y hay que tener bien puestos los baquelarios para leer al Alex de la Iglesia...), a Ingmar Bergman , a Akira Kurosawa (sí, también a éstos los había leído...) a Beecher-Stowe, a García Lorca (al enormeeee Lorca, subrayaba), y que la otra había leído a Dalí, a Picasso (también ella, pensé, asombrada), a Anne Rice, a Elsita Bornemann (supongo que eran parientes por el modo en el cual contaba eso), a Botticelli, a Pedro Salinas, a Lope de Vega, a Alejandra Pizarnik, a e.e. cummings (con minúsculas eh, subrayaba), a Frost, a Almudena Grandes, a Emily Dickinson, a Carlos Fuentes, a Ciro Alegría, a Pablo Neruda –aunque hay cosas imperdonables, agregó…-, a Ursula K. Le Guin, a Guillermo Cabrera Infante, a Mariano José de Larra, a D.H. Lawrence, a Kenzaburo Oé (antes de que ganara el Nobel, subrayaba) , a Isaac Asimov, a Unamuno, a Gabriel García Márquez, a Miguel Delibes, a Cioran, a Oliverio Girondo, a Frank Mc Court, que me siguieron mientras me alejaba.

Así fue como ese día me quedé sin poder disfrutar el museo. Porque cada jueves, me escapaba de la casa y me iba al museo. Luego me enteré que ese último jueves el hombre me había estado buscando , mientras gritaba a la mujer:

- ¡Dónde esta la olla! ¿Dónde metieron la olla? En esta casa hasta las ollas se pierden! Que se pierda una media, bueno, pero una olla...

Me contaron que la mujer le decía :

- ¿Pero acaso para vos no son todas iguales? Siempre dijiste que son sólo ollas, que para vos no hay ollas negras, ollas de acero, ollas chinas, sino que son ollas, sólo eso. ¡Entonces, usá cualquiera!

Y dicen que el hombre revolvió toda la cocina, y dejó todo patas para arriba, tanto que me asusté al llegar, porque no hallaba donde esconderme para pasar desapercibida, ya que la parte baja de la mesada, donde siempre me guardaban , era un caos de tablas de madera, sartenes, platos , y otras ollas. Todos me miraron con reconvención cuando llegué y traté de acomodarme, haciendo espacio con las asas hacia un lado y hacia el otro. Mañana será otro día, pensé, ya masticando el sueño.


Hay algo vivo en la pelusa que se junta debajo de las camas y en los rincones, quizá fueron las pelusas las que hicieron que nos perdiéramos cuando ninguna llegó a la segunda reunión, que se haría en Parque Chas... Lo cierto es que sólo una reunión pudimos hacer las cacerolas, porque a los dos meses de iniciadas las charlas, todas nosotras nos hallamos un día en el aeropuerto. Nos enviaron a diferentes partes del mundo. Yo estoy en un consultorio médico de Boston, como adorno. Tengo una etiqueta en un costado, que dice, “Pot-banging souvenir”

Aquí oigo desde hace días las noticias de que se ha desatado una nueva guerra en el mundo, y sólo me queda rezar: bendito tú eres, Balzac, y también Benito Pérez Galdós, y su Marianela ciega (y su Pablo no menos ciego), Juan Valle, ciego él de nacimiento, Chesterton, San Juan de la Cruz (Juan de Yepes para el mundo), Aldous Huxley, -Aznar no es hijo nuestro declaran las putas en España- Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno Crispín María de los Remedios Crispiniano de la Santísima Trinidad Ruiz Picasso, -bombardean centros civiles- , Ramón J. Sender, Mantegna, Rubens, Azorín, Marx, Shakespeare, Sófocles, Esquilo, Le Corbusier, Luis Martín Santos, -boicot a las empresas estadounidenses, y ellos dicen: multa de cien mil dólares a Cooder por haber hecho Buena Vista Social Club-, Jean Paul Sartre, Munch, Berruguete, Piero Manzoni (de quien aprendimos a hacer arte con la propia mierda), Emilio Salgari -y la niña herida en brazos del hombre iraquí, y de una de sus piernas las estalactitas de sangre llegan al suelo-, Velázquez y su vieja friendo un huevo, Ambrose Dexter -aquel Nyarlathotep-, Ana María Matute, Petrarca, Víctor Hugo, -catorce muertos y treinta heridos en la milenaria Bagdad, la bella, todos civiles- , Arthur Golden, aquel tan olvidado que descubrió las cuevas de Altamira: Marcelino de Sautuola (antes de él , ¿qué era Altamira?), Darío Fo, Diderot, Voltaire, Hans Christian Andersen, Salustio, Kurt Vonnegut, André Breton, Luis Cernuda, -350 civiles muertos y 3600 heridos informó Irak, batalla de tanques en Basora, una niña de once años mató a su padrastro que iba a violarla, Brasil boicotea a Coca Cola, a Mc Donalds , a Nike, a “Que nadie vaya a los McDonald's, las tiendas de Nike ni los cines al estilo de Hollywood. Apaguemos la televisión. No veamos Fox, CNN ni MTV. Bloqueemos las estaciones de servicio de Esso, Texaco y Chevron. No compremos Pepsi, Coca-Cola, Gap ni Starbucks. Donde quiera que estés, en el mundo hay símbolos que podés quitar para siempre de tu vida...”, y el terror a los bombardeos causa abortos espontáneos en Irak-, Robin Cook, Guido Reni, Platón, Paul Auster, Juan López de Guevara, Michael Ende, Miguel Angel, Juan de Juni, Brian Lumley, Tolkien, Goya, Van Gogh, que vendió un solo cuadro en vida (la silla amarilla y la pipa y los zapatos), Juan Antonio Zunzunegui, George Sand, la Amandine Aurore Lucie Dupin , Juan Fernández de Navarrete , el mudo, William Gibson, el Duque de Rivas, don Thomas Mann, Tadeo Gaddi, Alejo Carpentier, Juan Marsé, Joan Miró, Antón Chejov, Velázquez que no vendió cuadros, Michael Crichton, Fra Angelico, Leoh Ming Pei, Morisot y su cuna, Novalis, Brunelleschi, Tiziano y sus armaduras, Caravaggio, Jacinto Benavente, Merimee, Dámaso Alonso, Baudelaire, Marie Henri Beyle ( la Stendhal), Albert Camus, Jean M. Auel, George Orwell, Manuel de Falla, Jovellanos con su nombre de reyes magos, Arundhati Roy, Valerio Massimo Manfredi y su pasión por Alejandro Magno, Ingres y su gran odalisca, Paganini, retratado por los enemigos Ingres y Delacroix, Jan Fyt y su manojo de espárragos, Enrique Jardiel Poncela, Alvaro de la Iglesia y su sexy mandamiento, Vatsyayana, Lovecraft, José Mauro de Vasconcelos, Juan de Mesa y su Jesús del gran poder, Gunter Grass, Jean Genet, Gide y su esposa amada , Delaney y su esposa amada del mismo modo etéreo y profundo, Dostoievski (el real y el de Gide) , Barrés, Mallarmé, -tenía la cabeza separada del cuerpo, repite Haifen Saber, ¿por qué bombardean a las mujeres y a los niños?”, preguntaba incrédula Wafa Chalub – (la vida no vale nada, cuando otros se están matando y yo sigo aquí sentado , y yo sigo aquí cantando , cual si no pasara nada, no se puede ser virgen y madre a la vez, dice Frances Kissling), -En Vietnam murieron 12.000 latinos, un 20% de todas las muertes estadounidenses. Para ese entonces, los latinos constituían apenas el 5% de la población estadounidense. ¿Cuántos morirán en Irak buscando los anhelados papeles de una ciudadanía que les permita trabajar, comer y sobrevivir ? ¿Cuántos morirán, sin papeles, pero al menos habiendo enviado dólares a sus familias? No todos los que están peleando en el desierto con la bandera de barras y estrellas en sus cascos tienen pasaporte estadounidense. Murió en el puerto de Um Qasar un joven guatemalteco, José Gutiérrez, que había entrado al país 1997, escapándose de las patrullas migratorias. Si lo hubieran agarrado, lo hubieran expulsado en el acto, pero él era parte del ejército de Bus- , La sonrisa vertical de Almudena Grandes y Lulú ( y bajo al sótano cual Platón redivivo, pero no libero a nadie de sus grilletes, sólo hablo con la lavadora y con la secadora, y canto que “Mas se tiver que escolher, sou partidario, das vozes vivas da rua mais que do diccionario”), Dios en una Harley, de Brady, Tenochtitlán ampliándose por anillos, Edgar Allan Poe, Simon Singh, los padres de Rabindranath Tagore se llamaban Devendranath y Sarada, pero quién recuerda eso, qué importa si, como dice la canción, les damos a los hijos nuestra lengua y nuestros dioses, sólo pidamos que inventen los suyos propios... Julito Cortázar rayueleando, Murillo y su sagrada familia del pajarito, Vicente Aleixandre, Munich que sigue gritando, Paul Klee y Kandinsky compartiendo casa en la Bauhaus y yo “maldigo la poesía concebida como un lujo neutral”. Me saco la tapa abollada y sigo rezando, y me cobijo en tus brazos para ocultarme de la vergüenza que me generaste .

Guy de Maupassant, Lyonel Feininger y su dama de la malva, Kleinbaum y su Club de los poetas muertos, Fray Gabriel Tallez, para el mundo Tirso de Molina, el Partenón susurrante, Alicia hablándole al gato invisible, porque lo esencial suele ser invisible.


El amor nos salva. Apenas miramos, pasa Alejandro Sawa (“"Jamás hombre más nacido/ para el placer fue al dolor/ más derecho", dijo de él Antonio Machado, mirando al Max Estrella de Valle Inclán), el Alejandro que tenía a La mujer de todo el mundo, y pasan ante los ojos atentos Miguel Hernández con Andaluces de Jaén, Van Gogh que espera la sopa, William Merrit Chase y su quimono, Gabriel Celaya y su Rapsodia euskara, Ana María Matute y su Olvidado rey Gudú, Hermann Hesse y su lobo estepario, Boris Pasternak y su Doctor Zhivago, José María Gironella y su Mujer levantándose y andando , Giovanni Papini y su Gog, John Fowles y su mujer del teniente francés, Perrault y su Rey Midas, Julio Verne y su De la tierra a la luna, Thomas Harris y El silencio de los inocentes, José María Gironella y Los cipreses creen en Dios, Gonzalo Torrente Ballester y Crónica de un rey pasmado, Moliere y El avaro, Calderón de la Barca y El sitio de Breda, Stephen King y Apocalipsis, Michael Ende y La historia interminable, Guillermo Cabrera Infante y La Habana para un infante difunto, Patrick Suskind y El perfume, Saint Exupery y El principito, García Márquez y El otoño del patriarca, Scott Fitzgerald y El Gran Gatsby – ellos siepre, como ángeles turiferarios, llevan su propio incienso- , Rafael y su Transfiguración inconclusa , Stanislav Lem y Solaris, Alejo Carpentier y Concierto barroco, Murillo y Las contadoras de dinero, Julio Verne y Kerabán el testarudo, Robin Hood y Williams, Angélica Gorodischer y Kalpa imperial, José Antonio Marina y Dictamen sobre Dios, Charlotte Bronte y Jane Eyre, Philip K. Dick y Minority Report, Jacques Louis David y La muerte de Marat, Sófocles y Electra, María Callas y Onassis, Scherezade y sus cuentos, Rosa Montero y La hija del caníbal, Charly García y Casandra, Raymond Chandler y Philip Marlowe, Sófocles con Antígona y Electra, una de cada brazo, Richard Bachman del brazo de Stephen King, en una larga caminata, Oskar Lafontaine a quien el corazón le late a la izquierda, Marlin, Lancelot y Tristán, abrazando a Edwion Arlington Robinson, los hermanos Serapión charlando con Eta Hoffmann, Lope de Vega discutiendo con el mejor alcalde, el rey, Venus mirando a Botticelli, Dickens y Oliver Twist diciendo que la lay es burra, Goya y Burdeos, Mirta y Buenos Aires, Idoru y Luz virtual, Charles Bukowski y Factotum, Antonio Machado y Campos de Castilla, Rosa Chacel y La sinrazón, Carlo Goldoni y Belisario, Carla Cerati y La mala hija, Frederick Forsyth y El manifiesto negro, Isaac Asimov y sus propios dioses, Mariano Fortuny y los hijos en el jardín japonés, José Hierro con su Cuaderno de Nueva York, Catherine Neville en El círculo mágico, Henri Matisse y La odalisca de los calzones rojos, Leronardo Sciascia con el privilegio y el poder de una historia simple, Kawabata en el país de la nieve, Marosa di Giorgio y Luminele y la constelación hirviendo adentro de la piedra, Sansón y Dalila, Stevenson en la isla del tesoro, Marcel Proust buscando el tiempo perdido, Kafka metamorfoseándose, Flaubert y La educación sentimental, Virgilio y Reinaldo Arenas y Lezama Lima, Miguel Ángel y el David, Julio Cortázar y las cucarachas, Stephen King y los murciélagos, Kurosawa y los Siete samurais, Greenaway y el vientre del arquitecto , Robbe-Grillet y la Reanudación, Almudena Grandes y Lulú y Malena, John Lennon imaginando, Michel Houellebecq y la Plataforma, Samuel Beckett y Godot, Alejandro Dumas y los Mosqueteros, Víctor Hugo y Esmeralda y el jorobado, Ruben Darío y el azul, Gustavo Cordera y el caramelito, Luigi Nono y Venecia, Vincent y Theo, Giovanni Bellini y Nunc Dimitis, William Blake y la locura y El libro de Thel, Mary Cassatt en El baño, Gabriel Celaya y Rafael Mugica, Terenci Moix y su muerte de abril (amábamos tanto al dulce Terencio), Anatole France y La azucena roja, Edgar Allan Poe en su Boston... Y nosotras, ¿cómo habríamos de estar solas?

Pedro Salinas muere aquí en Boston una y otra vez, Joan Miró dice que el arte esta en decadencia desde las cavernas, una y otra vez, y caminan juntos Pêchkov y Gorki, Louis David con Marat muerto en la bañera, Veron Sullivan y Boris Vian, Jan Van Eyck y El matrimonio Arnolfini y allí pasa el Gran Tapiz de Miró sepultado bajo las torres gemelas. Y nosotras, ¿cómo habríamos de estar solas?

Y a veces canto aquella canción de Lluis Llach: si véns amb mi,/ no demanis un camí planer,/ ni estels d'argent,/ ni un demà ple de promeses, sols/ un poc de sort,/ i que la vida ens doni un camí/ ben llarg. Y me digo que como dijo Freddy Mercury The show must go on.

Boston, marzo 2003

1 Comments:

Blogger Stella M Accorinti said...

Ioli, donde estas?

Ioli, the show must go on...

5:22 PM  

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