Saturday, March 12, 2005

Novela por entregas. Primera entrega.

LA REBELIÓN DE LAS CACEROLAS
(Carta desde Winter Hill)

Stella Accorinti




“Pues ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Veo que un huevo se une y fríe en la manteca o aceite y, por contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos, que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y juntos no. Por no cansaros con tales frialdades, que sólo refiero por daros entera noticia de mi natural y creo que os causará risa; pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito.”





Sor Juana Inés de la Cruz,
Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz, 1691





“El supremo vicio es la estrechez del espíritu.”

Oscar Wilde, De Profundis, Epistola in carcere et vinculis, 1898




"¡Irme, irme! Ya no sueño sino con eso. Irme a una tierra cualquiera donde la villanía no sea el estado social de la gente, donde a lo menos las afirmaciones y las negaciones tengan el sentido filosófico que todos los léxicos les prestan, donde el honor se asiente en las almas y no en los labios. ¡Irme, huir de aquí, por dignidad, por estética, por instinto de conservación

Alejandro Sawa, 1909



… y miren lo y miren lo que son las cosas
para que nos vieran
nos tapamos el rostro,
para que nos nombraran
nos negamos el nombre.
Apostamos el presente
para tener futuro
y para vivir
morimos…
Letra: Sub-comandante Marcos / Música: Pedro Guerra, en Raíz, 2001





Nosotras salimos a las calles en aquel año 2001, en la ciudad de Buenos Aires, situada en la República Argentina. Fuimos golpeadas duramente, para pedir cambios. Nuestro dueños nos sacaron de las cocinas, y nos sentimos hermosas, diferentes, cambiadas, distintas, con derechos de minorías reconocidas, útiles de otra manera y muchas cosas más. Pero sucedió que nuestros dueños hacían cuando estaban sin nosotras todo lo contrario de lo que pedían cuando nos golpeaban, por ejemplo, iban a los bancos –incluso con nosotras- pero no para protestar, sino para usar los servicios de esos bancos, contra los que estaban protestando, si no había entendido yo mal. Fue entonces cuando comenzó la rebelión de las cacerolas.

Un hervidor negro muy abollado, una olla de aluminio sin una de sus manijas de baquelita, una cacerola nueva de acero inoxidable, un jarrito verde enlozado de medio litro , un jarro blanco de un litro y yo nos pusimos a conversar aquella noche fresca de febrero , en la esquina de Acoyte y Rivadavia. La cosa fue así: había un perrito muy simpático que iba de acá para allá. Era un perrito lanudo, lleno de rulitos, con dos orejitas como la letra V y que tenía una mancha negra en el costado derecho. Era casi todo blanco, con algunos tonos marrones. Y en verdad os digo, era muy simpático. Movía la colita de manera frenética y nos miraba ladeando la cabeza hacia un lado como diciendo y estas pelotudas qué hacen acá solas. Fue ahí cuando nos dimos cuenta de que éramos unas pelotudas. Si no venía el perro para hacernos notar eso, todavía estamos ahí, dejando que nos golpeen.

Las ollas tenemos ese qué se yo, viste. Todo el día en la cocina, dejando que nos llenen de todo tipo de cosas el garguero, la panza repleta de lo que nos echan sin parar, el cerebro hasta el tope de mescolanzas diversas, y cuando salimos a la calle, nos deslumbramos. Mucha luz natural. Vemos las estrellas. Oímos los tambores, nos hacen bailar. Y sobre todo nos golpean. Y una se siente tan... como decirlo... tan golpeada. Una se entusiasma, porque es golpeada no sólo en todo Buenos Aires, sino también en todas las ciudades de la Argentina. Y golpe va, golpe viene, una va ensanchando la sonrisa. La vida entera encerradas en la cocina, y de pronto te sacan a las calles, ves algo diferente. Unos golpes, que va (como dice una amiga española) no hay problema. Pero la mirada de un perro nos hizo ver las cosas de otra manera.
Decía, entonces, que nuestros dueños nos golpearon para peticionar por algo que luego hacían cuando no nos golpeaban. Es por eso que comenzamos a reunirnos en el café Las Violetas, cada noche, para pensar cómo cambiar ese estado de cosas. Cada una iba a Las Violetas por diversos caminos, y todas con un estado de ánimo especial. Yo iba desde mi casa hasta el lugar de reunión–desde mi casa no, desde la casa de mis dueños- y siempre cantaba. El día de la primera reunión caminé las diez cuadras desde Primera Junta hasta Almagro cantando algo así como : “La pinta que el dios me ha dau la tengó que hacer valer”, acentuando mucho la letra “e” en las dos últimas palabras. Miren qué ollita con classse, canturreaba, miren qué linda sartén. Y ya totalmente embalada, y casi a los gritos, llegaba a la esquina de Rivadavia y Medrano aullando: “Ya estoy seca de tantos mucamos, cocineros, botones y guardas; yo me paso la vida esperando y no llega... el otario... Yo quisiera tener mucho vento pa'comprarme o sombrero y zapato, añaparme algún coso del centro pa' dejar esta manga de patos...” .Mi tranquilidad siempre estriba en que los gritos de una olla nunca son oídos por nadie. Y si alguien los oyera, no diría nada, so pena de ser tomado por demente. Porque ya se sabe, ¿quién oye cuando una olla grita?

(Anoche estaba haciendo una salsa. Me dio trabajo, pero la sartén me ayudó -la sartén es mi más amiga , como dice la taza verde de cerámica. Mientras la fuente de acero inoxidable cantaba “es mejor pasar por gilaaaaaaaaa si una es viva de verdaaaaaaaaaá”, empecé a hervir unos tomates, y después la licuadora se encargó del triturado. -La licuadora no salió a las calles en aquel diciembre, ella no fue golpeada-. La sartén hizo las cebollas con ajíes, y luego cociné la fritanga esa con los tomates ya desmenuzados, con orégano y pimentón, que acá se llama achiote, no sé por qué. La cosa es que hierve que te hierve, miraba ese cuadro de Ordóñez, de Juana Inés de la Cruz cocinando, y pensaba en qué estaría pensando ella mientras revolvía la nada. Quizá pensaba Et unde hoc mihi? Quizá pensaba que no debería leer ella libros de cocina, siendo tan joven -Ad ultimum sine periculo discat Canticum Canticorum, ne si in exordio legerit, sub carnalibus verbis spiritualium nuptiarum Epithalamium non intelligens, vulneretur- , o quizá -y esto último es más aproximado a lo medianamente cercano a lo que se podría, quizá, intuir oscuramente - ella pensara en que no debía escribir libros de cocina -“Y así confieso que muchas veces este temor me ha quitado la pluma de la mano y ha hecho retroceder los asuntos hacia el mismo entendimiento de quien querían brotar; el cual inconveniente no topaba en los asuntos profanos, pues una herejía contra el arte no la castiga el Santo Oficio, sino los discretos con risa y los críticos con censura”-. Así también pienso yo : todo me detiene en el momento de pensar en escribir, y para no decirme a mí misma que las ollas no escriben, me digo -reconociendo que tengo muchos más temores que la Juana, que temo al santo oficio, que temo a las risas, que temo a los críticos, que temo a mis dueños, y sobre todo, que temo a que me vuelvan a golpear. Y cuando esto me digo veo que , como dice Calamaro, otra no me queda).

3 Comments:

Blogger Stella M Accorinti said...

Querida Iria,

ella es una olla.

En efecto, es una novela. Subire otra novela por entregas, donde la narradora no es una olla, pero la tematica es, so, so, la misma... Mhhhhhhh.... Digamos.... es la misma.... :)

Ale
http://fotografias-que.amo.blogspot.com
http://love-is-the-word.blogspot.com
http://ariadna-lou.blogspot.com
http://la-palabra-ha-muerto.blogspot.com

5:48 PM  
Blogger Stella M Accorinti said...

danara, a veces ... es como si todo fuera cinematografico... a veces... a veces todo es demasiado... (cinemato-grafico...)

11:48 PM  
Blogger Stella M Accorinti said...

Las ollas. Las ollas me duelen, hoy, aqui, siempre.

5:11 PM  

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