Neoliberalismo y políticas sociales. El ingreso ciudadano
Neoliberalismo y políticas sociales. El ingreso ciudadanoStella Accorinti*
El neoliberalismo ha impulsado, como estrategias propias en el contexto latinoamericano, políticas sociales que tienen como eje la privatización, la descentralización y la focalización. Estas estrategias conllevan problemas relativos a la racionalidad y a la equidad. La política social de toda la región se muestra afectada por problemas de exclusión, estratificación e ineficiencia ¿Cuáles son los fundamentos de estas estrategias aplicadas a las políticas sociales? ¿Cuáles son los riesgos de focalizar, descentralizar y privatizar los servicios sociales? ¿Cuáles son las posibilidades de reformular las políticas sociales en América Latina teniendo en cuenta el análisis exhaustivo de estas cuestiones?
La focalización plantea redireccionar el gasto social hacia los sectores clasificados por edad, tipo de ingreso o cualquier otra variable que permita determinar en ellos carencias claramente distinguibles (alimentarias, de nutrición, sanitarias, dificultades en el acceso al empleo, etc.), al comprobarse que el gasto social del Estado sólo llega en ínfima proporción a quienes más necesitan de él. Los fondos asignados a la focalización implementan y desarrollan acciones respecto de programas alimentarios básicos, de seguimiento nutricional, acciones sanitarias y de generación de ingresos, entre otros.
La privatización es la estrategia implementada de modo más débil en el terreno de las políticas sociales, ya que si bien es presentada como una respuesta que evita la irracionalidad del gasto público, utilizado de manera no cuidadosa debido a la gratuidad (de acuerdo con esta mirada), sus efectos han sido endebles. Al modo de ejemplo general: el proceso de privatización de la salud ha derivado en obras sociales que contratan servicios privados que indican a los pacientes análisis innecesarios, e incluso indican la realización de intervenciones quirúrgicas a los que la persona no debiera ser sometida si existiera un mínimo nivel de ética en estos prestatarios. Como ejemplo particular: es alarmante el aumento de partos por cesáreas en las clínicas privadas que atienden obras sociales. La privatización ha tenido un logro: trasladar la irracionalidad en el uso de los recursos del ámbito público (si es que allí existía del mismo modo) al ámbito privado.
La descentralización está planteada como una estrategia para acercar los problemas a la gestión. Se plantea que las prestaciones educativas y sanitarias llevadas a cabo por los gobiernos nacionales después de la Segunda Guerra Mundial fueron ineficentes, burocráticas y lentas (la figura más utilizada para graficar este punto es la del Estado-elefante)
Respecto de la falta de equidad, una gran parte de la población está excluida de los servicios de vivienda, salud y educación (aunque esta última presenta un acceso que puede considerarse el de corte más universalista, si se tiene en cuenta sólo la educación primaria -que no es, en este momento histórico, el mínimo requerido para insertarse satisfactoriamente en el mundo del trabajo).
La exclusión se manifiesta fuertemente de acuerdo a los niveles sociales y geográficos, y por el acceso diferencial a diversos beneficios del seguro social. [i]
Los beneficios recibidos según el lugar que se ocupa en la estratificación social generan nuevas modos perversos de inequidad en las políticas socia [1] les.
Respecto de la falta de eficiencia en la distribución de las políticas públicas, se ve claramente como esto retroalimenta los peores vicios que las estrategias implementadas por el neoliberalismo definen como "problemas a ajustar", cuando en realidad constituyen problemas estructurales y no meramente coyunturales. Así, la deficiente asignación de recursos, la baja calificación de las personas en el sector público y costos administrativos elevados, y, en suma, la racionalidad sectorial resultante en ineficiencia
global resumen los problemas recurrentes respecto de la falta de eficiencia o racionalidad de las políticas públicas. No es esperable que si el contexto permanece inmutable cambien las políticas sociales. La crisis de los '90, sumada a las políticas de ajuste, han producido la exclusión y la inequidad [ii] , generando aún más anomia en sociedades que se han construido como poco proclives a respetar la solidaridad orgánica, que mantiene vivo el tejido social, como así tampoco la solidaridad mecánica, que emana de las leyes. [iii]
La focalización presenta problemas respecto de otorgar los beneficios realmente a quienes más necesitan, de acuerdo con lo que debería ser, strictu sensu , la implementación de la propuesta: que las políticas sociales hagan foco en aquéllos a quienes los programas están dirigidos. Lo cierto es que los sectores de escasos recursos carecen del manejo simbólico necesario y de los niveles organizativos adecuados para apropiarse de los recursos disponibles, que pasan de este modo a ser parte del usufructo de estas políticas por parte de los sectores con mayor organización (con mayor y mejor utilización de los símbolos ). [iv] Redireccionar el gasto social para que llegue real y efectivamente a quienes más necesitan y para quienes las estrategias de focalización lo instituyen debiera ser el punto de máxima ocupación y preocupación en este aspecto. Pero lo cierto es que, por ejemplo, expulsados muchos sectores asalariados de los sectores de atención de salud que brinda la seguridad social, concurren a los centros hospitalarios, lo que se constituye en expulsión, a su vez, de los sectores más marginados, y las políticas de focalización se muestran endebles para atender lo que pretenden resolver, ya que, pensadas para actuar en segmentos de la población proporcionalmente pequeños, su acción se vuelve casi inexistente cuando la población pobre [v] y desprotegida suma cifras alarmantes y en creciente ascenso. Asimismo, la asignación de los fondos es considerablemente baja si se compara con el gasto social en su conjunto, lo que vuelve aún más escaso y problemático su accionar. Además de los problemas planteados, también se debe prestar especial atención porque estas estrategias se convierten, con demasiada facilidad, en programas de caridad o en sistema de control de los pobres, reeditando a su vez variantes perversas de las workhouses inglesas, con enfoques focalistas (aunque resulte irónico) de la Speenhamland, promulgada en los albores de la Revolución Industrial [vi] . El control de los pobres a través de la focalización suele ser una tentación de la ideología conservadora,
acerca de lo cual tenemos ejemplos en la sistematización del nuevo viraje que los países centrales realizan en sus políticas sociales: Clinton ha implementado en Estados Unidos lo que se conoce como workfare, que suplanta al welfare (Estado de Bienestar). El workfare, que se extiende en todo el mundo, propone, en sus variantes, tanto otorgar un subsidio mensual (37 dólares) a las madres con hijos pequeños (en Québec), siempre que los amamanten (si dejan de hacerlo, pierden el derecho), como que los padres reciban un subsidio de desempleo que aumenta si se casan legalmente (pero pierden el subisidio si tienen otro hijo). La clasificación y vigilancia de los pobres nos remonta a dos siglos atrás, a las leyes para pobres, y el control que con ellas se hacía, o a las oficinas de beneficiencia de la Francia del siglo XIX.
Los programas de learnfare relacionan directamente el monto de los subsidios al hecho de que los padres se ocupen de la escolarización de sus hijos. Estos programas se implementan tanto en Wisconsin como en Ohio o en Brasilia. Las medidas de control de los comportamientos se acrecienta en calidad y en cantidad, en lo formal y en lo sustantivo. En Connecticut a los drogadictos que suspenden su rehabilitación les es suspendido el subsidio (la suspensión de un lado va acompañada de la supensión en el otro, en espejo, para que el control parezca, irremediablemente, autocontrol y decisión del propio implicado, lo que realiza la internalización del control) .
La privatización y la descentralización adolecen de graves problemas, conexos a los ya presentados respecto de la focalización. Los ejes de la eficiencia y de la equidad son útiles también aquí para analizar estas estrategias. En cuanto a la eficiencia: la privatización presenta, como ya he adelantado, grados inexplicables de irracionalidad a la luz de lo que se proponía resolver. El desmantelamiento del Estado hace que su regulación respecto de las privatizaciones sea casi inexistente. Respecto de la descentralización, no se ha visto mejorada la eficiencia, sino , en todo caso, trasladada la centralización, que pasó en la educación del control rígido de la Nación al control rígido de las provincias. Respecto de la equidad y la privatización, que haya disminución de servicios estatales no implica que los sectores medios asalariados dejen de recurrir, en la situación de crisis que atraviesa la región, a los servicios públicos, en un proceso de continuo desplazamiento de los que más necesitan. En las relaciones entre equidad y descentralización, vemos que sin la presencia de un Estado que modere para que no quede cada uno librado a sus propias fuerzas (en beneficio de los fuertes y en desmedro de los pobres) no es posible hablar de una descentralización con equidad, sino sólo y en nombre de otorgar más libertad, crear nuevas y más pesadas cadenas para quienes ya tienen las suyas propias.
La privatización, la descentralización y la focalización se organizan a través de políticas fuertemente centradas en el control de los sujetos. Se habla ya de nuevos paternalismos y de democracias vigiladas, en estas nuevas magistraturas del sujeto [vii] , que fueron análisis del discurso foucaultiano y que adoptan ahora lo que Baudrillard denominó el pasaje de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control: la mirada que controla y disciplina ya no necesita espacios cerrados para hacerlo. Lo hace incluso en el espacio abierto, suplantando la figura del topo, ciego y enclaustrado en una galería de celdas, a la figura de la serpiente, que se mueve en campo abierto, y que es la imagen del peligro, y, a la vez, de la seducción. La imagen de un animal sinuoso, el mercado, que parece haber existido ad aeternum, ya que la encontramos en los mitos del Paraíso, pero que en realidad, como el mercado, fue una creación, humana demasiado humana. Y el problema crucial radica, en cada uno de los puntos nodales del análisis, en no problematizar el pensamiento social centrado sólo en el mercado.
La sociedad de mercado no existió siempre, es un invento humano. Pero parece que si bien muchos grandes relatos han caído, no es cierto que, como Nietzsche propone, el mundo verdadero se haya
convertido en fábula [viii] . La fábula del mercado, de la economía de mercado y de la sociedad de mercado, con el mundo de la política y de la democracia anexionada a esta mirada [ix] , es tratado como el mundo verdadero. Probablemente haga falta mucha y calificada decisión política y la puesta en marcha de voluntad política para que esta fábula (que como todo sistema complejo de símbolos realiza y construye la realidad) no continúe sumergiendo a los pobres en una degradación más abyecta de la que ya sufren. Pero las tautologías no agregan conocimiento, no agregan movimiento, no agregan cambio: ¿los políticos, inmersos en el sistema que les da identidad, serán capaces de pensar desde una perspectiva absolutamente diferente, que les cuestione el centro mismo de sus vidas? ¿O será que los intelectuales tendremos que crear el espacio y el tiempo para esta discusión identitaria, que marcará, para siempre el cambio de una época?
Ligada de manera íntima a lo anterior, el debate en Francia entre Pierre Rosanvallon y André Gorz desnuda los principales planteos que la política social debe enfrentar en este momento de la historia. Rosanvallon centra sus planteos en que no es posible realizar una separación analítica entre economía y sociedad llevando esto a los hechos sin que los hechos se vuelvan luego sobre el propio análisis para mostrar su esterilidad: no se puede poner la eficacia en un lado y la solidaridad en otro, como si fueran paralelas. Esta disociación lleva a lo que Rosanvallon denomina "la tentación de asalariar la exclusión" [x] , mediante las categorías del modelo de discapacidad y el del ingreso de subsistencia. Tomaré para su análisis sólo la segunda forma de esta categoría de exclusión asalariada.
El ingreso de subsistencia está en debate en los últimos años, con diferentes denominaciones: basic income, asignación universal, ingreso ciudadano. El ingreso ciudadano consiste en "dar a cada individuo, desde su nacimiento hasta su muerte, sin condición de empleo o ingreso ni contrapartida, un ingreso básico que permite cubrir las necesidades esenciales, y cuyas únicas variaciones dependen del número y la edad de los hijos a cargo". [xi] Rosanvallon cuestiona de manera fuerte la idea que actúa como supuesto de la defensa del ingreso ciudadano, ya que, sostiene, plantear esto es sostener que esta asignación universal es el eje de una sociedad de indemnización, que actuaría como la liberación total del mercado salvaje. Asegurado el mínimo, la cuestión del empleo pasa a segundo lugar. El autor sostiene que las personas no sólo tienen derecho al ingreso, sino derecho a la utilidad. Su tesis central es, entonces, que se debe repensar la idea del derecho al trabajo más que pensar la idea de un derecho al ingreso. De este modo, el planteo se centra en pasar de una sociedad de indemnización a una sociedad de inserción (una posición que no cuestiona la base del modelo capitalista establecido).
André Gorz, por su parte, sostiene que la necesidad que los seres humanos tenemos de obrar no tiene que ser pensada, necesariamente, como necesidad de trabajo asalariado para la realización del individuo: "[...] el derecho a un ingreso suficiente y estable ya no tendría que depender de la ocupación permanente y estable de un empleo; la necesidad de actuar, de obrar, de ser apreciado por los otros ya no tendría que adoptar la forma de un trabajo encargado y pagado." [xii]
La tesis central de Gorz es que el tiempo de trabajo puede dejar de ser el tiempo social dominante. Esto supone que el trabajo se emancipa del capital. Se ve así desplazado el eje sobre el que se centra la vida humana en la mayoría de los países del mundo regidos por el capitalismo, ya que el capitalismo funda su ideología sobre el trabajo asalariado y el mercado de trabajo. Cada uno así se reapropia de su tiempo, enajenado en el sistema de producción por encargo. Lo que Gorz propone no es una nueva estrategia, sino un modo completamente diferente de ver el mundo. No hay aquí una propuesta para reorganizar la sociedad del trabajo, como en Rosanvallon, sino una perspectiva diferente, una ruptura integral con los conceptos básicos que sostienen el capitalismo. Gorz rechaza que estemos viviendo una crisis, y sostiene que en realidad lo que se está produciendo es una mutación.
Gorz enfatiza que el ingreso ciudadano no es asistencia ni protección social. No dispensa del trabajo, sino que efectiviza el derecho al trabajo. Pero este trabajo es radicalmente diferente del que propone la sociedad capitalista. La propuesta de Gorz entraña el concepto clave de trabajo como aquella actividad que se hace sin que sea necesario que a uno le paguen por ello. El ingreso ciudadano no paga un trabajo, sino que es un monto que se recibe de manera incondicional. Esta asignación debe ser de base suficiente (no mínima) y no condicionada de ninguna manera.
El ejemplo planteado por Gorz para una mirada sobre el tipo de trabajo que esta nueva sociedad puede generar es el de los círculos de cooperación, donde cada ingresante tiene "crédito" porque tiene sus capacidades y habilidades, y donde la moneda-tiempo que se utiliza no puede ser atesorada, y debe ser gastada.
La propuesta de ingreso ciudadano planteada por Gorz es una mirada inteligente, sensible e interesante sobre los problemas que el mundo acarrea. No hay manera de realizar cambios reales si éstos no son sustanciales. El capitalismo no está atravesando simplemente una crisis, los datos sobre los millones de seres humanos en la más abyecta pobreza requieren un cambio en la mirada que proyectamos sobre el mundo, y que crea cada día ese mundo. Tomando el epílogo de Gorz, en el que rescata el poder de los deseos y de la imaginación como aquel instante generador en el cual juzgamos lo que hacemos a la luz de una utopía, que reconstruye el mundo, destruyendo el sentido literal que lo sostiene y recreando sobre esos cimientos el sentido figurado, inventado, recreado, vemos que sólo la metáfora podrá hacer que los analistas simbólicos se atrevan a cambiar el mundo. Y la metáfora es la instauración de un nuevo sentido.
La referencia de Gorz a Ernst Bloch y a Paul Ricoeur, para defender sus tesis de quienes la acusan de utopía es un claro señalamiento acerca de los supuestos que nutren el pensamiento de este autor. Paul Ricoeur afirma, en el contexto de su teoría hermenéutica, que la metáfora es un enunciado que, en el marco de un discurso, y mediante una predicación no pertinente, apela a una nueva pertinencia fundada sobre la semejanza y engendra una redescripción heurística de la realidad [xiii] . Por ello, Ricoeur interpreta el significado metafórico como un aumento cognitivo obtenido por la identidad de significados con permanencia de la diferencia (identidad de la diferencia). Así entonces, lo que Ricoeur plantea es la posibilidad de los humanos de inventar (que no se opone a descubrir) de nuevo el mundo a partir de lo existente. Al ligar a Bloch con Ricoeur, Gorz ancla fuertemente su tesis en supuestos que hacen de la reinvención del mundo una posibilidad diaria a la mano. Toda la variación sobre las teorías de la imaginación se pueden elaborar según dos ejes, el de presencia/ausencia y el de conciencia fascinada/conciencia crítica. En un extremo del primer eje, la imagen es sólo presencia debilitada de lo percibido (Hume). Es el caso de la imaginación vista como meramente reproductiva. En el otro extremo del eje, la imagen es lo que no es presente (sueño, retrato, ficción). Es el caso de la imaginación productiva. En el caso del segundo eje: si la imagen se confunde con lo real, estamos en presencia de una conciencia crítica nula, una conciencia fascinada. En el otro extremo del eje, la imaginación es el
instrumento de crítica de la realidad. Ricoeur no asociará la imagen a la percepción, sino al lenguaje, otorgándole una capacidad para dejar aparecer. [xiv]
La utopía, a su vez, es entonces un proyecto imaginario de otra realidad, es un no-lugar desde donde miramos con ojos nuevos la realidad, y así surge el cuestionamiento de lo que es. Probablemente, el planteo gorziano deba tener en cuenta de manera cuidadosa las advertencias de Ricoeur acerca de los rasgos patológicos de las utopías: tendencia a someter la realidad al sueño, fijación sobre esquemas perfeccionistas, una lógica de todo o nada, desprecio por los grados intermedios y cegueras acerca de las contradicciones que son propias de la acción.
Claro que si la propuesta de Gorz se llevara a la práctica, si su sueño se plasmara en la realidad, estaríamos comenzando un mundo diferente. El mundo moldeado a imagen y semejanza del capitalismo ya no sería. Y habría que pensar esa propuesta no sólo desde una mirada diferente, sino desde otros ojos, creados desde nuevas categorías.
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Presidenta del Centro de Investigaciones en Filosofía para Niñas y Niños – Argentina - Home Page: http://www.izar.net/fpn-argentina
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Bibliografía
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HARDING, G. , "The Tragedy of the Commons", en Science, vol. 162, 13, December 1968.
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K. POLANYI, La gran transformación. Crítica del liberalismo económico, México, FCE, caps. 3-8
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D. TUSSIE (comp.), El BID, el Banco Mundial y la sociedad civil: nuevas formas de financiamiento internacional, Buenos Aires, FLACSO-CBC, 1997
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[i] E.A. Isuani, "Política social y dinámica política en América Latina", pp. 108-109
[ii] Esa conocida la imagen de la CEPAL: una copa de champagne podría graficar la alarmante brecha entre los ricos y los pobres, donde el 20 % de la población mundial consume el 80 % de la producción, y la separación entre los que más tienen y los que poco tienen se agranda cada vez más, sin que los múltiples programas de crédito logren subsanar lo que está sucediendo. La parte superior de la copa es disfrutada por unos pocos, que tienen acceso no sólo a la cantidad, sino , sobre todo, a la calidad, y la base estrecha y mezquina es compartida, casi de manera animal, por los pobres, a quienes, si esta situación no es sometida a un giro profundo, parece asignárseles sólo un futuro de genocidio o de zoológico (Cf. Isuani, 1992, 1998)
[iii] E:A: Isuani , "Anomia social y anemia estatal", pp. 9-14
[iv] Utilizo "símbolo" en el sentido que los griegos daban a h sumbolh: juntar, reunir, encontrar un signo de reconocimiento. El mundo griego también usaba este término para connotar confluencia, cálculo, e incluso sospecha.
En sus orígenes, el símbolo era una marca o una partición en un objeto que permitía el posterior ensamblamiento de los dos trozos. Ello permitía el reconocimiento de cada uno de los poseedores de las dos partes divididas de, por ejemplo, una misma moneda.
Todas los conceptos griegos ligados a consultas, resoluciones, estados deliberativos y también el sustantivo que designa a la asamblea deliberativa, son derivados directos del término h sumbolh.
Asimismo, en este contexto pienso el término "símbolo" relacionado con las funciones propias de los analistas simbólicos descriptas en R. Reich (1993), El trabajo de las naciones, pp. 171-238
[v] El tema de la pobreza es complejo y no puede determinarse a partir de variables simples, tales como la llamada "línea de pobreza". Cf. E.A. Isuani, "La pobreza mal medida", Clarín, 21-9-1999
[vi] K. Polanyi , La gran transformación, pp. 135-147
[vii] P. Rosanvallon , La nueva cuestión social. Repensar el Estado providencia , pp. 202-211
[viii] F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos. Cómo se filosofa con el martillo, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1989, pp. 51-52
[ix] C. Offe, Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, pp. 59-66
[x] Rosanvallon, op. cit., pág. 116
[xi] Ibídem, pág. 119
[xii] A. Gorz, Miserias del presente, riqueza de lo posible, pág. 83
[xiii] P. Ricoeur, La metáfora viva, trad. G. Baravalle, Buenos Aires, Megápolis, 1980, pp. 228-277
[xiv] P. Ricoeur, Hermenéutica y acción. De la hermenéutica del texto aa la hermenéutica de la acción, trad. A. Prelooker y otros, Buenos Aires, Docencia, 1988, pp. 57-63
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